miércoles, 17 de marzo de 2010

La modelo


Vamos llegando al estudio, colocando a nuestra conveniencia banquetas y caballetes, preparando los materiales. Ella dispone sonriente el lugar en el que va a situarse, y mientras bebemos una taza de té acordamos cómo discurrirá la sesión: varias poses cortas para tomar apuntes, una al final más larga para trabajar luces y sombras.
Se retira un momento y vuelve con una bata ligera. Preferimos no mirar cuando se prepara, pero desde el mismo instante en que la notamos inmóvil y a la espera, fijamos los ojos en su menuda desnudez. Damos algunos pasos a su alrededor, observando a distintas alturas y desde diferentes lugares la composición que ha decidido ofrecernos. Elegimos el punto de vista y comenzamos. Ella soporta con los miembros relajados y la expresión ensimismada y seria el silencio intenso de nuestras miradas. Se ha transmutado en un enigma que hay que desvelar sobre el papel, en cuya superficie habrá de reordenarse un cuerpo que ahora yace descompuesto en un conjunto de distancias, de ángulos e inclinaciones, de puntos de referencia y de apoyo, de líneas de contorno y de estructura.
Se diría que ha vuelto en sí cuando por fin se mueve y se cubre. Enciende un cigarrillo, sonríe de nuevo, quiere ver los bocetos. Se los mostramos y nos hace comentarios amables.

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